lunes, 17 de octubre de 2011

Cuerpo y sombra


Desde tu perspectiva, aunque sólo sea amigo mío, contempla su sombra. No le niegues a tu corazón esa única y triste felicidad. Hazlo como aquel antiguo burgués, que inmortalizaba su figura a través de una silhouette y con ella vivía por siempre en la mente de otros, aunque esos otros no tuvieran más que una sombra.

Las sombras no hablan, no sienten ni cantan. No besan. Son ilusiones oscuras que cobran vida en un mundo de ficción, y aunque desesperado intentes tocarlas, siempre desaparecen bajo un helado baño de figuras coloridas que se alejan.

No intentes jugar con su sombra. El engaño y la mentira viven en ella, ésa es su forma, y allí está su esencia. Seduce por mitades, y aunque parezca suficiente allí en el mundo de las sombras, su figura siempre aparecerá lejana y tú sólo tendrás eso, una sombra.

Aunque disimulado sigas sus pasos, acompañando por la constante de algún sonar, la ilusión de la danza no creará otra cosa que un espejismo de reciprocidad, falso edén que te volverá loco.

Respira la sombra y siente su sin olor. Bésala y prueba el gusto de la dura piedra. Escucha detenidamente su inagotable silencio. Toca con la parte más sensible de tus dedos su figura abstracta. Haz todo eso y sonríe, pero asegúrate de abrir los ojos y mirarla fijamente cuando creas que aquello no es la mismísima mediocridad, cuando fantasía y realidad se confundan eternamente y ya no estés seguro de distinguir que aquello, en definitiva, sólo es una sombra.

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