domingo, 20 de febrero de 2011

La confesión de Ismael



-En fin-dijo Ismael-somos vos y yo, de nuevo, al final, desde el comienzo, cómo siempre-
-Sí, cómo siempre. Contáme vos ahora, qué te pasa, somos vos y yo, solamente-respondió.
-Creo que sí. Ella…-
-¡Ella!-interrumpió-siempre “ella”, ¿verdad? ¿Querés empezar por ahí?
-Y, si no hay más remedio-
-Siempre hay remedio hombre. Pero, bien sabés que en el fondo hemos sido vos y yo…-
-Y ella-se apresuró a decir Ismael.
-Exacto. Hablemos de ella entonces-concluyó. -¿Qué pasó?-
-Esa es una pregunta inexacta y por lo tanto estúpida-dijo algo irritado.
-Sí lo sé, pero esta situación ya le hemos vivido cientos de veces. El llegar a ningún lugar hace que  simplemente tengamos que volver a la pregunta paradigmática. Por lo tanto, qué tal si me decís qué fue lo que pasó-.
-Es que realmente no lo sé, en el fondo, creo que fue demasiado-admitió un tanto confundido.
-Eso es un buen comienzo, pero como todo comienzo, bueno o malo, no es para nada concluyente-dijo mientras encendía un cigarrillo.
-Un cigarrillo, sí. Eso es lo que necesito-.
Ismael encendió un cigarrillo. Aspiró el humo y lo soltó con exagerado placer. Llevaba años fumando, y sin embargo no dejaba de sorprenderse por el esoterismo causado por cada pitada.
-Creo-prosiguió mientras escupía el humo- que el deseo por el otro es aún más narcisista de lo que solía pensar. Quiero decir, es evidente que en esa eterna búsqueda amorosa se intenta satisfacer un deseo personal, eso no es nuevo.
-Para nada nuevo-deslizó entre sus líneas.
-Sí, lo sé-dijo algo tímido, cómo sintiéndose presionado.- mi punto es que además de una búsqueda desesperada, hay una construcción previa de aquello que se busca. Se buscan figuras que quepan perfectamente, en la medida de lo posible, en aquellos moldes creados en forma inconsciente.
-Lo que estás queriendo decir es que se busca compatibilidad-sentenció el hombre.
-No, no lo creo. Más bien creo que se busca comodidad-respondió Ismael, mirando el piso.
-¿Comodidad?-preguntó ahora atónito.
-Seguridad, sí-dictaminó.
-El buscar seguridad podría significar muchas cosas, pero en mi mente solo la inseguridad podría motivar tal búsqueda-.
-¡Sí! Exacto-exclamó Ismael.-Esa inseguridad es miedo. Miedo a romper con estos moldes. Y no son moldes convencionales. No es algún tipo de imposición social. No, no lo creo. Es simplemente un molde impuesto por el propio narcisismo. Y así concluyo mi idea-.
-O sea, que el amor es completamente narcisista-
-¿El amor es deseo?-
-En tanto deseo, sí.
-Entonces sí, no caben dudas. O mejor dicho, el amor es un camino para satisfacer el deseo. Y el deseo es egoísta, siempre-
-Sí entiendo. Pero nunca dejaste de desear…-concluyó.
-No, lo sé-
-Y ella tampoco-agregó.
-El deseo es infinito y voraz. Aquello no significa…-comenzó a decir cuándo lo interrumpió nuevamente.
-Que la siguieras amando-
-O que ella me siguiera amando a mí-
-No te creo, nunca te creí-
-Vamos, ayudáme. Volvamos al deseo-pidió Ismael.
-A ver, deleitáme-dijo un tanto irónico.
-Imbécil-murmuró-En fin. El amor en tanto deseo, es absolutamente posesivo. La posesión por definición, coarta la libertad. Probablemente cada segundo de posesión implica succionar un pequeño pedazo del otro. Y así hasta que, a partir de la lógica de la sucesión, no queda nada-
-Entiendo. ¿Qué hay de tus sueños?-
-¿Cuál es el problema con mis sueños?-preguntó ahora Ismael.
-Perdiste días, semanas enteras quizás, golpeándote la cabeza contra la pared, por el contenido mismo de tus sueños-contestó.
-Sí lo sé-admitió Ismael.
-¿Y bien?-preguntó nuevamente-¿Por qué les atribuís tanta importancia?
-No sé, simplemente me despierto sobrepasado. Triste, débil-
-Sabés muy bien que la línea de interpretación de un sueño nunca es única, y dejáme agregar que la importancia de un sueño es mucho más relativa de lo que pensás.
-Pero, ¿cómo puede ser eso?-preguntó Ismael. En ese momento ya estaba perdiendo la calma, y comenzaba a desesperarse poco a poco.
-Probablemente estés mintiéndote-
-Fue demasiado. Casi una muerte hermosa. ¿Cómo demonios podría olvidarlo todo, así de fácil?-preguntó Ismael.
-Por momentos lo olvidaste. Por momentos sonreíste. Recuerdo verte alegre, claramente. Tengo una imagen nítida de tu cara, y en tus ojos no podías disimular la felicidad-
-¿Qué querés decir?-preguntó Ismael.
-Que cuándo no pensaste, te desvestiste de nuevo-
-Sigo sin entenderte, carajo-dijo Ismael irritado.
-No podés soportar perder el control. No podés soportar tener el peso de lo que vos creés que fue un fracaso-
-Vos y yo, y el eterno discurso. Sos un infeliz-dijo Ismael y se levantó.
Buscando tranquilidad, tomó otro cigarrillo del mismo paquete, lo encendió y se arrojó contra el sillón beige. Lo pitó una, dos y tres veces. Soltó el humo y pensó. Y lloró y rió al mismo. Se reía de su propia existencia.
Pitó por última vez aquel cigarrillo, y lo apagó desganado contra el cenicero en forma de círculo que tenía a solo unos pocos centímetros de su cabeza.
Prendió otro cigarrillo y sin tragar el humo de la primera pitada, dijo algo irritado:
-No lo entiendo, sigo sin entender. ¿Por qué habría de “perseguirme eternamente” por aquello?-preguntó Ismael.
-Miedo-
-Miedo, decís. ¿A qué, me podés explicar?
-Al cambio. Miedo a lo diferente. Aunque no lo creas, es el mismo miedo que antes dijiste las personas tienen al intentar no quebrar moldes, ¿te acordás? Es simplemente lo mismo. Estás petrificado por el mismo miedo a romper con tus esquemas “perfectos”. No te confundas, no quieras pensar que te torturás por culpa. Te torturás porque epifanía mediante, decidiste salir de tu comodidad. Y eso te aterra-
-De haber estado “cómodo”, como vos decís, nunca hubiera pasado por el tormentoso proceso que hoy me tiene en tu regazo, ¡algo que detesto y bien lo sabés!-dijo Ismael con furia-¿No te parece lógico, que de no sentir incomodidad hubiera preferido dejar las cosas como estaban?-
-No estoy hablando de eso buen hombre. La comodidad radica en omitir aquellos pensamientos oscuros que alguna vez te persiguieron hasta en tus estados más inconscientes y te llevaron a esto. Cómodo sería para vos desentenderte de tu verdadero sentir y dejar las cosas como deberían haber sido, según tus esquemas “perfectamente lógicos”, de nuevo-
-No entiendo tu maldito punto. Si el leitmotiv de esta condenada deshollinación es terminar con esta muerte en vida, ¿por qué no puedo simplemente hacerlo?-preguntó Ismael con lágrimas en sus ojos.
-Tu constante deseo de posesión. No material. Necesitás el control. Necesitás saber que tenés el control del curso de tu vida. Fijáte; “comodidad” y “posesión”…” ¿No te suena familiar? Tus encrucijadas parecen haber encontrado un único camino en tus propias palabras.
-Ni siquiera lo pienses-advirtió Ismael.
-¿Qué hay de tu padre?-preguntó
-Es un gran idiota, igual que vos-
-¡Bravo!-

2 comentarios:

  1. Si recurrieras más seguido al confidente de Ismael tendrías casi toda tu vida solucionada. Me gustó mucho. Un abrazo desde la periferia.

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  2. Ay ay ay estos intelectuales modernos y sus interpretaciones...

    Gracias mi hermano, otro abrazo desde el "centro"

    Ya falta poco!

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