viernes, 25 de junio de 2010

La epifanía de tinte rojo

Fuera de control, fuera de si. En un instante se levantó de su silla y explotó. Una mezcla de horribles sensaciones se apoderaron de él. Descubrió lo peor, de la peor manera, en el peor momento. ¿Y lo peor? En el fondo él lo sabía, sabía que llegaría, sabía que le habían mentido. Lágrimas teñidas de rojo por la furia emanaban de sus abatidos ojos, al tiempo que su puños impactaban con tremenda fuerza contra la implacable pared. Y no logró calmarse. No supo cómo hacerlo.
Violó las normas, rompió un código, bien lo sabía él. No pudo evitar pensar en el dolor, no pudo con su indomable curiosidad. Aquello fue un desesperado intento por cruzar esa línea que divide la sombra de la luz, la ignorancia del saber, la mentira de la verdad. ¿Pero para qué? Esa preguta perdió total sentido, en el momento en el qué las sombras, la ignorancia, la mentira, cedieron terreno ante la cruel y desgarradora verdad. Nada importaba menos entonces, solo quería destruirlos a ambos.
Llegó a pensar en una traición, en un acto a sus espaldas. Y su corazón latía revolucionado de odio, su respiración se dificultaba, y lloraba.
Estaba muerto por dentro. Y les deseó lo peor. A uno por descarado, por hipócrita, por falso. "Un verdadero hijo de mil puta" pensaba. "Cómo es capaz de hacerme algo así, a mí."
Pero lo peor apuntó hacia ella. Él la había amado, verdaderamente. Su amor llegó a ser tan profundo que no quiso más que entregarle su vida en forma de regalo, símbolo de lo eterno. Pero las cosas sucumbieron en el abismo. Y ella lo engañó, lo desarmó en pequeños pedazos hasta pulverizarlo. La imagen de ellos envueltos en un remolino sexual entre risas diabólicas, en esa unión mefistofélica, lo atormentó hasta volverlo loco.
"Deseo verla sufrir más aún. Deseo verla muerta"
Nunca pudo entender como lo llegó a odiar tanto. Solo tanto odio generaría su equivalente en él.
Él se había transformado en su ser despreciable, innombrable para ella. ¿Por qué?
Pensó y repensó las imágenes y palabras que recorrían por su cabeza, y logró comprender. Fue inevitable. Primero funcionó como escudo, después como filosa espada. Ya no había marcha atrás, no había como redimir el pasado.
Su mar de incertidumbre no bajó, pero al menos comprendió que contra lo irracional de sus corazones nada había por hacer. Supo que aquel amor profundo había muerto junto con todos esos "malos recuerdos, recuerdos de mierda"

En el éxtasis del dolor, pensó en alguien sin embargo. Figura abstracta e ideal, su diván, su salvación tal vez. Por momentos aquella figura abstracta quería tornarse real, sí, no lo quiso admitir pero había tomado su forma. Podía distinguirla clarmanete, aunque se negara. Supo que aquellos cortos segundos le habían dado algo de valor en otros momentos. Recordaba su olor.

Pero no fue suficiente. No para él.

La mató en su mente, con la explosividad de un rayo cargado de pólvora y mucho odio.

2 comentarios:

  1. Hola, qué tal!? Me ha gustado muchísimo el cuento. Siempre el amor, el amor... sin lugar a duda, es el sentimiento más contradicctorio que existe, algo muy feo, pienso...

    Abrazos. ^^

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  2. Muchas gracias! Te invito a que sigas el blog entonces.

    Es un tema tan complejo como impreciso...todavía sigo pensando que sin esa contradicción de base no podría llegarse a experimentar el propio climax del amor, como tampoco su antítesis, que sería el dolor más profundo. El punto es si lo vale o no...sigo creyendo que sí.

    Saludos!

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