domingo, 30 de mayo de 2010

Olta

Hay tantas cosas magníficas sobre ellos. Si tuviera que decirles que es lo que capturó mi amor por ellos, no podría. Son sencillamente increíbles, fascinantes.
Desde tiempos antiguos, ha sido el interlocutor entre los rezos del hombre y las respuestas y ejecuciones de los dioses. Enviado directamente desde el infinito de los cielos, para rociar al hombre con su sagrada presencia, con su maravillosa magia.
El vuelo eterno de su ser llega a su fin cuando se dejan caer en picada hacia este infierno. Electores de la muerte, un símbolo de una vida plena, una vida llena.
Tantas cosas hermosas hay por saber sobre ellos, y por eso agradezco aquel encuentro. Pude entenderlo en carne propia. Pude escuchar su vida contada por él mismo.
Recuerdo, y esto es increíble, cuando era solo un niño y me preguntaban que desearía ser si no fuera un humano. Sin dudarlo un solo segundo, elegía ser parte de ellos. Creía en una transformación. Creía en migrar mi alma a sus cuerpos. Lamentablemente, el tiempo se encargó de hacerme entender que esto era imposible, que no se correspondía con las leyes que rigen a nuestro mundo. Pero con este encuentro, puedo demostrar muchas cosas que no encajan en el paradigma actual que gobierna a nuestro planeta.
De todas formas, no quisiera desviarme del tema que nos ocupa, de este maravilloso encuentro que se produjo con uno de ellos. El mismo sucedió, para ser exactos, en algún día dentro de aquel mes, en el corriente año, ubicado geográficamente dentro de los límites de la República Argentina.
Llegué al pequeño refugio ya pasadas las 15:00 horas. De inmediato noté que a cincuenta metros de altura, sobre una piedra en una montaña, había una enorme jaula. Me desvié de mi grupo y marché cuesta arriba, sin saber qué me esperaba dentro de esa pequeña y enorme cárcel. Lo único que sabía, es que no podía perdérmelo, por lo tanto no iba a detenerme.
Recuerdo el sabor de las lágrimas en mi boca. Recuerdo la pequeña picazón que sentían mis mejillas al ser deslizadas por el interminable llanto. Miré su enorme cuerpo, solo a un metro de distancia.
Con parcimonia y tranquilidad, comencé a tomarle fotos. Luego lo dibujé, y de pronto, algo extraño sucedió. Tomé algunas provisiones de mi bolsillo, y se las entregué. En ese instante, el me miró por un largo de, diría yo, para ser exacto, muchos segundos. De un momento al otro dejó de observarme y se dedicó a comer.
Terminó su último bocado y dijo:
- Debo decirte que extraño comer carne, estas cosas no están mal, pero la carne…- No lo pude creer. El me había hablado. Pronunció claras palabras pertenecientes a mi idioma natal. En ese momento pensé en el almuerzo, el vino, los tragos para evitar el frío, y me dije a mi mismo que estaba alucinando. De todas maneras, repuse:
- ¿Hablaste? ¿Cómo puede ser, vos sos…?-
- Sí, hablé- respondió con tranquilidad.-
- Pero, ¿cómo?-pregunté aturdido, de verdad asustado.-Es…imposible.
- Si tienes algunos minutos, te puedo contar una historia larga.
Me senté y comenzamos a hablar. Fue la experiencia más hermosa de mi vida. Me dijo que su nombre era Olta, en honor a su destructor. No lo logré entender aquello, pero seguí escuchando atentamente. Me describió su vida entera, antes y después de ese momento.
- Te va a parecer estúpido, pero de niño, yo soñaba todas las noches en transformarme, en, bueno, vos.-revelé con bastante vergüenza.- Sí, soñaba con recorrer ese interminable cordón montañoso, sintiendo el aire golpeándome el pecho, sintiendo la libertad de vivir en ese vuelo sin final.
- No me parece estúpido, muchos menos imposible.- dijo Olta- desde que aquel hijo de puta disparó su arma, me transformé en un humano. En es momento creí que Olta había perdido el juicio. Lo miré y le dije.
- Deberás disculpar mi estupidez, de verdad no entiendo. ¿Qué quieres decir? ¿Cómo puede ser posible? . –
- Muy sencillo- respondió- soy un humano. De que otra manera sino, podría yo estar comunicándome con vos.
- Pero…-agregué cuando rápidamente Olta interrumpió.
- Mira a mi alrededor, observa detenidamente.- dijo Olta- ¿qué ves?
- Eh, piedras, escasa vegetación…-enumeraba como un idiota cuando Olta me interrumpió con bravura.
- ¡Maldición, no! Mírame a mi, mira en donde estoy, mira como vivo, ¡y piensa cómo debería vivir y dónde debería estar!-.
En ese momento, una lágrima calló por su ojo y logré entender.
- Ahora lo entiendes, ¿verdad?- preguntó- ¿qué otro ser, vive atrapado en una jaula? ¿qué otro ser, es tan irrelevante en la elección de su propio destino?- Olta ahora había cambiado sus arrebatadas palabras de sabiduría, y en cambio, escupía palabras de desesperación.
- Pero, ¿cómo?-insistí- ¿cómo te transformaste?
- Luego de ser derribado, comenzó todo el maldito proceso-continuó su relato- los especialistas dijeron que para curarme era necesario viajar a Buenos Aires, pero yo sabía que de nada serviría, que la transformación ya estaba en marcha.
- Fuiste a Buenos Aires- afirmé.
- Sí, me llevaron a ese infierno en vida. Recuerdo, que no se podía respirar bien…-hubo un pequeño silencio y luego continuó.
- Allí pasé, digamos, algunos años, algunos interminables años, ansiando mi regreso, pero sin demasiada esperanza.
- ¿Qué pasó luego?- pregunté a lo que Olta respondió:
- Dijeron que no tenía cura. La bala fue demasiado precisa, y debieron amputarme el ala izquierda. Así, me arrebataron mi libertad, y me transformaron en un vulgar, patético, y sobre todas las cosas, triste humano.
- No se que es mas triste, si tu historia, o darme cuenta de lo patético de mi existencia- rompí el silencio con ironía.
- De veras que no lo sé- río, aunque sin ocultar su pena.- Luego del cruel diagnóstico, me regresaron a este lugar, y me encerraron en esta jaula. Tengo entendido por sus palabras, que fue “por mi propio bien”. Mi Función en este mundo, es ahora fascinar y a la vez dar pena por mi condición a la gente.
- Creí que habíamos acordado que la gente está ahogada en su propio mar de estupidez- lo tranquilicé.
- No, las personas ahora ignoran que yo no soy lo que sus ojos les imponen. Si no fuera así, ni pena ni fascinación causaría, por el contrario, sin saber porque, apoyarían el perpetuo encierro como lo hacen con todos sus pares. De verdad que es extraño ese comportamiento.
- Sí que lo es- reí junto a mi compañero.
- En fin, querido amigo, te he rebelado todo; mi vida, mi destrucción, mi encierro y mi muerte.
Una idea vino a mi mente en ese instante.
- Y, digamos, ¿qué dirías si te libero?
- De sentido carecería por completo, amigo mío. Aunque agradezco tu preocupación, de nada serviría. Seguiría encerrado, pero sin barrotes.
El tenía razón. Su vida estaba acabada y solo restaba sufrir. Por eso me sorprendió escuchar lo que propuso unos minutos después.
- Aunque, hay algo que podrías hacer por mí-dijo Olta- En 4 días, ven a la madrugada. Me sacas de la jaula, de ahí me llevas al pico mas alto que veas, y con todo el amor que tengas, me dejas caer hacia la libertad a la que estaba destinado y que ellos, me arrebataron.
Su idea me interesó, y yo me di cuenta que podría transformarme finalmente. Acepté la petición de Olta, pero le dije que lo haría bajo una condición: que me dejara caer junto a él, y así poder volar y morir como ellos lo hacen desde hace siglos.
Evidentemente, esto en definitiva no sucedió. De otro modo, no podría estar escribiendo este relato.
Los hechos se dieron de otro modo, podría decirse, se dieron de la peor manera. La noche en la que me alejé, Olta fue condenado eternamente. Su condición hizo que lo sacrificaran, pero no de la forma que habíamos planeado. No de la forma que le hubiera dado la tan anhelada libertad. No voló por última vez, ni murió con la dignidad de una muerte elegida.
Esa noche, el filo de una enorme hacha asesinó por completo la lucha por el aire y espacio. Esa noche Olta finalizó su transformación.


“El hacha cortó su cuello, y la sangre salió disparada hacia los ojos del verdugo. Al sacársela de sus ojos, el verdugo vio paralizado que dentro de la jaula yacía el cuerpo degollado de un hombre.”

Fin.

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